Esta biografía nos habla de las muchas batallas, pero sobre todo dos: la primera es la de Ortega contra todos; la segunda es la de Ortega en contra de Ortega. Los dos son sorprendentes, y en tanto pierde Ortega. Pero es su manera de llegar a ser el pensador y ensayista, más moderno, más estimulante, y perdurables del siglo XX, España, y el de mayor circulación en Europa. Sin celofán, académico, Ortega esta biografía es un héroe de la propiedad intelectual, valiente, frágil, irritable, de odio, ateo militante y ruidosamente alegres. El libro cuenta con nervio de la historia del hombre y el pensador, porque la raíz de las causas del pensador son los avatares del hombre: su petulancias y sus debilidades, de sus coqueterías sentimental y autoestima desatado. Ortega sólo será Ortega visto desde el interior y el exterior. Y antes de que nadie tuviera tiempo de preguntarle a ella sobre él, se orteguiano hoy o no es nada o es lo que somos todos: los partidarios de la racionalidad crítica, la ética de la creencia y la libertad de disenso, de la imaginación como condición del pensamiento. Y a pesar de que su megalomanía y el mesianismo ha confesado que le ha proporcionado ningún recurso de la ironía, lo relevante es que la España del siglo XX se debe a que un porcentaje muy elevado de su mejor oportunidad. Nadie es orteguiano precisamente porque Ortega son las raíces de la modernidad, tan obvia, tan obvia y natural, que es borrado por el camino todos los rastros de Ortega. Es su último fracaso -la disolución anónima – y es, por supuesto, su éxito es absoluto.