Agnes Marti es un arqueólogo de la tasa de desempleo, que se ha trasladado a Londres, en busca de una oportunidad de empleo. Una tarde, desanimado y triste por su falta de éxito profesional, se adentra en el corazón de el barrio de el Templo con la perilla de la manija de la puerta en la forma de una pluma, el lúgubre sonido de las campanas, y el hermoso azul del panel, la luz de la Luna Libros. La biblioteca con encanto ceño fruncido por Edward Livingstone, debe su nombre a un espectacular techo de cristal que permite contemplar la luna y las estrellas en las noches claras. Intrigado por la personalidad y el sentido del humor del señor Livingstone, Inés decide aceptar la oferta para convertirse en un ayudante en la biblioteca mientras continúa su búsqueda de empleo. El té de la tarde en la esquina de la romántica, la visita del Señor Magoo, las conversaciones con la hermosa editor de Edward, las cenas por el fuego en la Oscuridad y en la Sombra de la buena lectura para convencer a Inés que la felicidad está en los pequeños detalles de la vida cotidiana. Pero a pesar de que la luz de la Luna Libros puede parecer un oasis de paz en la aceleración, de Londres, de la extraña campanadas de la puerta, se dará paso a los eventos que son más inesperado: una noche de tormenta, el inspector John Lockwood…

Una comedia muy feelgood, con un toque de Wodehouse irresistible. Un homenaje del autor a sus libros y autores favoritos.

«—¿Qué está leyendo?
Agnes le mostró la portada, no olvidar que el perro» de Connie Willis.
—Va a ser el primero en leer la novela de Jerónimo.
—Que usted me recomendó.
—Una buena chica —mister. Livingstone consultó su reloj de bolsillo y decidió dar la tarde concluyó—. Parece que hoy no vamos a vender más libros. Los londinenses creer en una leyenda no escrita que asegura que es mucho más divertido para concentrar todas las compras en la hora anterior a la de cierre de la biblioteca, en la 24 de diciembre. Por qué no tomar ventaja y se va a ver la exposición en la Tate, Turner y su mierda de ruinas griegas, a las que él suspiró ayer?
—Hay una pregunta que dejo antes? —se animó con la propuesta.
El señor Livingstone ha visto significativamente fuera de su conducta y de su precioso libro ilustrado y se señaló anteriormente, las gafas sin montura de gafas.
—Voy a ser capaz de lidiar con el estrés.
—¿Por qué no a mí?
—Los ingleses no ir a exposiciones de Turner, preferimos otras actividades superiores a la caza del zorro o el juego de cricket ha bromeó diciendo que la biblioteca—. Pero ahora que usted lo dice, el pintor, me recuerda que si quieres continuar a sentarse en estas sillas y mantener intacto su honor, debería leer esto…»