No hay una sola lectura en la vida del último emperador de China; tanto si se sabe-como si esta no es la película de Bertolucci, todavía es enriquecedora la posibilidad de comparación entre las versiones redactadas en las esquinas, que van desde la fastuosidad de la película de la superproducción de hollywood, o la oblig ado rigor que supone que la historia es contada en este volumen, por su viuda, la enfermera, Li Shuxian, que le acompañó hasta su muerte